Lilith

Abrió la puerta y en su rostro no quedaban emociones, la sonrisa había dejado de ser, la tristeza no había dejado huellas del ser seráfico que había contemplado con admiración en aquella plaza.

En su rostro solo reinaba el vació, su perfil había sido saqueado por infames ladrones. Indiferencia, total y completo rechazo, en sus ojos una inquietante malevolencia.

Una corriente del Oeste soplo en la Capital, mientras el universo de Pablo yacía en caos. Sintió como la fatalidad inundaba su ser y tomaba control de su destino.

Una carcajada estrepitosa rompió el silencio, una risa que helo su sangre, la figura de carolina se torno difusa, el universo se reía a través de sus labios, Demonios Primigenios se hospedaban en sus ojos y se mofaban de su suerte.

Horrores anteriores al hombre, anteriores a Dios despertaban en su persona, mientras se desmoronaba, no pudo evitar pensar lo absurdo del temor a los vampiros, en lo cobarde que parecían ahora los hombre-lobo y en la simpleza que rodeaba a los fantasmas.

Despertó horas mas tarde gracias al repiqueteo de las gotas de lluvia contra el menoscabado pavimento. El pequeño espacio que antes lo preocupaba se había convertido en un abismo insoslayable entre el y Carolina , el cosmos reclamaba lo que le pertenecía, entre el agua y el dolor, permaneció tirado en el suelo.

No pudo dejar de oír las risas, no pudo olvidar los horrores, sus ojos, sus temibles ojos.

Mientras sus lagrimas se mezclaban con la lluvia, repetía inútilmente... -¿Por qué? ¿Por qué?-

Aun hoy Pablo recuerda los horrores de Boedo, aun hoy camina sin alma y lugubremente. Algo temible se esconde en Boedo, una maldad cosmica y desconocida bajo un cuerpo de carne, bajo unos extraños senos y una cintura prodigiosa, una maldad impropia para cualquier ser humano se esconde. Ella vive ronda por Boedo, una voz ajena y ultraterrena, unos ojos inquisidores y malditos, condenan hombres por montones, los priva de toda esperanza y los inunda de terror.

Definitivamente hay algo raro en Boedo.